Esta semana, Evelyn Matthei, candidata presidencial de Chile Vamos, fue clara: hace 51 años —según ella— no había otra opción que el golpe militar para terminar con el gobierno de Salvador Allende. También, dijo que, en los dos primeros años de dictadura, los muertos eran inevitables. Después, no tanto, porque ya había control del territorio.
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Por Ignacio Paz Palma. Periodista.
Han pasado cinco décadas desde ese momento y todavía cuesta entender cómo hay personas —y peor aún, candidatas presidenciales— que no condenan con claridad las violaciones a los derechos humanos.
Solo como dato, es necesario recordarle a quien quiere gobernar Chile que, durante la dictadura de Pinochet, fueron asesinados 150 niños, niñas y adolescentes. 40 fueron víctimas de desaparición forzada. 956 fueron prisioneros y torturados. Y cientos quedaron huérfanos porque sus padres fueron asesinados por agentes del Estado.
Muchos de esos crímenes ocurrieron, justamente, en los primeros años. Esos que Matthei considera inevitables. Lo mismo con cientos y miles de adultos.
No entraré aquí en las causas del golpe. Esa historia ya la conocemos. Están los nombres, los motivos, las formas. Pero sí es necesario revisar cómo interpretamos los hechos.
Como sociedad, deberíamos tener una sola mirada: Hubo una dictadura que violó los derechos humanos. Y eso se condena, sin matices.
Pero eso no ocurre. Ni con los viejos estandartes que levantaron la bandera de la “libertad” sobre la sangre de compatriotas, ni con muchos jóvenes que no lo aprendieron, o lo aprendieron a medias, o simplemente no les importa. Cualquiera de esos escenarios es peligroso para la democracia.
Mirar hacia otro lado, o hablar desde la ignorancia, abre espacio para que figuras como Matthei justifiquen la muerte de chilenos y chilenas para “no parecerse a Cuba”.
Como sociedad, deberíamos tener una sola mirada: Hubo una dictadura que violó los derechos humanos. Y eso se condena, sin matices.
Nada justifica sus dichos. Ni enganchar con la derecha más dura ni tampoco llamar la atención del votante ultra indeciso.
Por eso celebro el repudio general que provocaron sus palabras. Y celebro la respuesta de Carolina Tohá, quien le recordó que uno de esos muertos fue su padre, el exministro Jaime Tohá. Asesinado justo en el periodo en que Fernando Matthei —padre de Evelyn— era director de la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. Un centro de detención y tortura donde se violaron gravemente los derechos humanos. Fernando Matthei también integró la Junta Militar durante 12 de los 17 años de dictadura.
¿Sabe usted qué ocurre hoy en Europa con el negacionismo? Es un delito. Se castiga mediante el derecho penal.
En Chile, en cambio, no hay una ley que prohíba discursos que nieguen o justifiquen estas violaciones. Se dice que atentaría contra la libertad de expresión. Pero la libertad de expresión también implica responsabilidad social, que en este caso fue abiertamente vulnerada.
