Barrabravismo político

Barrabravismo político

Las palabras del timonel del Partido Republicano, José Antonio Kast, no pasaron desapercibidas al calificar al presidente de la República como un travesti político, por los contantes cambios de postura y puntos de vista del mandatario respecto a cosas del quehacer nacional. Todo esto, en encuentros políticos derechistas por Europa.

 

Por Ignacio Paz Palma

 

Pero el tema que me ocupa es que me es difícil distinguir entre un arranque de comedia por parte de Kast o si lo dijo como el político con pretensiones de dirigir al país. Uno pensaría que debiera tener cierto sentido republicano en el entendido del respeto a la investidura presidencial, al adversario, a las formalidades y a ciertas tradiciones políticas, que convengamos están cada día más ausentes.

Pero no, finalmente las palabras nivelan hacia abajo. Personas que suponemos tienen una preparación y nivel educacional tal para afrontar una discusión política con argumentos de peso, solo se enfrentan con descalificaciones que buscan un impacto comunicacional inmediato.

El problema se acrecienta cuando el otro sector juega bajo las mismas reglas con respuestas similares, con un tono que tampoco aporta a construir algo mejor.

Si hacemos el simple ejercicio de busca el significado de la palabra política, lo primero que encontraremos es:  Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los Estados”.

Dice que es una ciencia, es decir rama del saber humano constituida por el conjunto de conocimientos objetivos y verificables sobre una materia determinada que son obtenidos mediante la observación y la experimentación. Eso se encuentra en Google, es un ejercicio simple y sencillo, no estoy reinventando la rueda con esta definición.

En el fondo la idea es determinar que las palabras de Kast y las respuestas del oficialismo son un reflejo de la superficialidad y fragilidad de la construcción social de las últimas décadas. De una sociedad basada en lo material y no en lo intelectual o cultural, menos en la educación.

Suena fuerte y crudo, es verdad, pero estas situaciones se vienen dando desde hace años.

Recuerdo cuando Sebastián Piñera en un acto oficial como presidente de la República comentó sus proezas sexuales arriba de un tren o algún ex ministro de Educación que mandaba hacer bingos para darle solución a las necesidades de alguna escuelita.

¡Cómo olvidar a Gustavo Hasbún diciendo que el aborto acabaría con la Teletón! O a Camila Flores sugiriendo que los países serios se estaban retirando de Naciones Unidas.

En fin…

Aristóteles sostuve que el hombre (el ser humano) es un animal político, por lo tanto, el arte de parlamentar es básico para el buen entendimiento, pero este debe ser en el contexto de los conocimientos objetivos, cosa que se genere lo que Habermas define como la acción comunicativa que permite relacionarse con el espacio público.

Uno supone que desde ahí se construye con miras al bien común y en definitiva gobernar para todos y no solo para el propio sector, ni menos lanzar frases tipo barra brava como Kast o el triste espectáculo que vemos del otro lado de Los Andes con el presidente Milei.

Lo dijo Eduardo Galeano alguna vez: “América Latina es víctima de una conspiración del silencio y la mentira”, para romper eso hay que entender que ellos trabajan para la ciudadanía y nosotros debemos exigir que lo hagan bien para que se configure un país amable y no aquel que se dibuja a la pinta de unos pocos que imponen sus términos para una democracia que camina en la cuerda floja donde pocos se sostienen.

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