Somos testigos de cuan loco está el mundo. Los medios muestran realidades tan complejas que no sería extraño terminar caminando por las paredes. Discusiones públicas que se convierten en ruido banal y sin contenido, conflictos que usualmente terminan en tragedias, son el resultado de un tejido social que está profundamente apolillado.
Por Ignacio Paz Palma. Periodista.
Desde esa mirada, propongo detenernos a observar. Ver qué hay en nuestro entorno e invitarnos a reflexionar, sobre todo en fechas tan importantes como las que hoy vivimos, cuando conmemoramos hechos históricos que de manera justa nos recuerdan lo frágil que puede ser la democracia cuando esta no se cuida.
Hoy que estamos en plena campaña presidencial y los extremos se enfrentan de manera evidente es muy necesario abrir la mirada hacia una actitud más comunitaria, darse cuenta que también existe “un otro”, romper la burbuja de lo individual y velar por el bien común. Aunque sea en el entorno más cercano, siempre se empieza por algo que puede ser muy significativo sin importar el alcance que tenga.
Entonces, no esperemos. Actuemos desde la fraternidad, el respeto a la libertad y el camino a la igualdad.
Actitudes tan simples pueden cambiar positivamente la manera de relacionarnos y mejorar los entornos de nuestro país convulso, muchas veces irreconocible e intranquilo. Lo que era ya no es tal y que probablemente no volverá, así está el mundo y no somos ajenos a esa realidad.
Entonces, no esperemos. Actuemos desde la fraternidad, el respeto a la libertad y el camino a la igualdad.
Abrir, por ejemplo, el diálogo familiar, es un acto de apego democrático, una muestra de la importancia que ese concepto tiene y, ojalá, sea más que un concepto, que se transforme en un compromiso por el resguardo de derechos, de participación y de la búsqueda de soluciones a través de encuentros fructíferos, que insisto, pueden ser pequeños, pero en suma aportan a resguardar nuestra democracia, que tan fácil se nos fue y tanto costó recuperar en nuestra historia reciente.
Abogo, entonces, que septiembre ya no sea sinónimo de enfrentamientos ideológicos ni mucho menos división. Lo propongo como un momento de reflexión y empujar para que juntos construyamos una nación próspera y justa para todos y todas quienes quieran vivir en esta hermosa tierra llamada Chile.
