Comienza la fiesta del fútbol sudamericano a nivel de selecciones. Así decíamos antes, pero ahora ya son 16 países los representados, ya que se incluyen seis de la Conmebol. Un aperitivo, para quienes gustan del deporte en general, de lo que serán los Juegos Olímpicos 2024 en su trigésima tercera edición a desarrollarse en la “Ciudad Luz”.
Por: Juan Francisco Ortún Q. Periodista y académico U.Central
Comienza la fiesta del fútbol sudamericano a nivel de selecciones. Así decíamos antes, pero ahora ya son 16 países los representados, ya que se incluyen seis de la Conmebol. Un aperitivo, para quienes gustan del deporte en general, de lo que serán los Juegos Olímpicos 2024 en su trigésima tercera edición a desarrollarse en la “Ciudad Luz”.
Curiosamente en esta Copa América se produce con Chile un hecho que parecía desterrado y que nos tenía muy ansiosos: el favoritismo. Con la llamada “Generación Dorada”, cada versión de las últimas, tenía como el gran favorito para adjudicársela a nuestro país, situación que hoy, a escasos días de su inicio, no se repite, lamentablemente, porque no sólo los resultados de amistosos no han dejado un sabor dulce, sino que por el nivel de juego mostrado y por la dificultad de encontrar jugadores de estatura para que nos representen. Estatura física y futbolística.
Todos tenemos ganas de que a nuestro representativo la vaya bien, que corone con éxito su participación y que nuestra bandera flamee en lo más alto de los mástiles en los diferentes recintos deportivos norteamericanos, pero una cosa son las pretensiones y otra muy diferente la triste realidad. Difícil la tiene Gareca.
Ya no están los goles de Caszely, la impronta defensiva de Figueroa, la tranquilidad de Quintano, las veloces carreras del “Pato” Yáñez, los tiros libres del “mortero” Aravena ni las espectaculares tapadas del “Condor Rojas”, por mezclar nombres de integrantes de planteles que han dado lustre al balompié chileno.
De aquel áureo plantel con el cual gozamos los lauros obtenidos, ya prácticamente no queda nada; igual que el cóndor, el tiempo pasa, deja su estampa y marca una época. El retiro de algunos, las permanentes lesiones de otros y las energías que se agotan, van minando el poderío y producen en el hincha una visión que sólo se tiene en el inolvidable recuerdo. Es la ley de la vida en todo orden.
Cuando se acerca un final y mucho antes, quienes son responsables de dirigir una actividad, los dirigentes deportivos, deben prever el recambio, trabajar duramente para mantener un continuismo que siga dando logros y satisfacciones. Lamentablemente en el deporte chileno, esta práctica no se desarrolla, no están los mejores y por eso diferentes disciplinas deportivas marcan hitos esporádicos con sobresalientes actuaciones que no son periódicas en el tiempo. El tenis, el atletismo y el básquetbol, entre otros, avalan aquello.
Para esta Copa América ya no hay nada que hacer, solo esperar que la savia nueva, mezclada con algo de experiencia de los menos, pueda salir airosa y reconfortarnos con insospechadas alegrías. Romper la mano de la ineptitud dirigencial del fútbol es la difícil tarea del Tigre.