Septiembre resulta un mes especial para Chile. Marca el final del invierno que invariablemente es crudo y frio, se viene el sol, el paisaje florece, se prenden las parrillas y en general hay un ánimo festivo, alegre, distinto, que en un inicio augura un renacer.
Por Ignacio Paz Palma. Periodista y académico Universidad Central.
Sin embargo, siempre hay un quiebre. Al cabo de una semana el país sufre una división insalvable en materia política, aparecen las descalificaciones y las interpretaciones de la historia reciente donde cada uno lleva agua a su propio molino para defender su propia verdad.
Muchos con argumentos legítimos, otros con ideas indefendibles, pero el asunto es que no hay ni habrá un punto de encuentro, no interesa darse la mano. Entonces las heridas se abren y el país sangra una y otra vez, hasta que el sentimiento patriota nos une en torno a una empanada y un vaso de vino. Así es septiembre, va y viene.
Pero este septiembre trae una sensación distinta, más densa diría yo. Existe una polarización social aún más profunda, son los coletazos del estallido, del rechazo y apruebo, de los chilenos de verdad y de los de mentira. Esa es otra cicatriz que quedó marcada en el ADN nacional y que hoy se suma una serie de situaciones de corrupción, sobornos, traiciones que corroen a todas las instituciones y que en estas columnas se han analizado en profundidad últimamente.
Al mirar este panorama de Chile 2024 y todos los elementos objetivos que nos rodean y golpean, no tengo dudas que nos inunda la desconfianza, inseguridad y temor, donde la delincuencia de cuello y corbata es tan violenta como la callejera.
Chile llega a esta primavera con una crisis ética y moral sin precedentes en las décadas cercanas, al menos no al nivel público que hoy vemos.
Los empresarios del Yate de las Ucranianas y sus abogados, extienden su estela putrefacta en Impuestos Internos y también en el poder judicial en su máximo nivel con el fiscal Palma y el ministro Matus primero y ahora la ministra Vivanco, donde además, Chadwick y Desbordes, reconocidos representantes del piñerismo, son mencionados en sendas conversaciones donde el tráfico de influencias teje una tela cuan araña letal.
Además, a eso sumamos 67 municipios investigados por mal uso de recursos públicos.
Al mirar este panorama de Chile 2024 y todos los elementos objetivos que nos rodean y golpean, no tengo dudas que nos inunda la desconfianza, inseguridad y temor, donde la delincuencia de cuello y corbata es tan violenta como la callejera.
Casi no quedan instituciones que sean confiables, que entreguen una luz ética, algún valor donde encausar el camino, un espacio para reflexionar y dialogar y ser capaces de sacar los trapos al sol primaveral para efectivamente limpiarlos en casa y reconstruir la ruta para no caer de golpe en el precipicio que se avecina.
¿Qué tal si nos animamos a desarrollar un espíritu cívico y hablamos con la vedad? Por ahora no veo otra manera de tomarnos en serio la necesidad de preservar la democracia, porque si el camino continúa tal cual, solo estamos sembrando en tierra fértil para la aparición de personajes populistas con ideas totalitarias que tomen las riendas del asunto, cuyos resultados los conocemos de sobra.