La neutralidad no es opción

La neutralidad no es opción Fotografía: Ali Jadallah/Anadolu vía Getty Images

La sangre corre, se escuchan llantos, gritos, las nubes de polvo cubren todo con un manto de terror y sufrimiento. Los que sobreviven buscan a familiares y amigos muertos bajo los escombros. Mujeres, niños, adultos, ancianos, personas enfermas, voluntarios que optaron por ayudar, da igual, todos pueden morir. Para el enemigo, todos deben morir.

 

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Por Ignacio Paz Palma. Periodista

 

Es el día a día del pueblo palestino, asediado por el gobierno sionista de Israel, cuya sed de expansión no conoce límites. A saber, el sionismo es un movimiento nacionalista surgido a finales del siglo XIX en Europa, cuyo objetivo es el establecimiento de un Estado nacional judío en los territorios palestinos, lugar que ellos consideran su tierra ancestral.

Desde el 18 de marzo, las fuerzas israelíes intensificaron los bombardeos por diferentes vías y ampliaron las operaciones terrestres, causando cientos de víctimas, destrucción de infraestructura civil y desplazamientos forzados masivos.

Esto golpea también a organizaciones humanitarias cuya labor no alcanza para prestar ayuda en nutrición y otro tipo de apoyo a la población. El sistema de salud está en una situación crítica. Hace muy poco militares israelíes amenazaron a los médicos con asesinarlos si no desalojaban el último hospital en la gobernación de la zona norte de Gaza, que ya estaba funcionando de manera parcial.

Junto con los profesionales, los heridos y enfermos también abandonaron el edificio a contra de perder la vida a mano de fuerzas militares.

Eso es parte de lo poco que se conoce. Israel bloqueó la entrada a equipos de prensa y según Reporteros Sin Fronteras, cerca de 200 periodistas han sido asesinados por ese gobierno, 44 en ejercicio profesional. También cercó la ayuda humanitaria. Palestina muere por las bombas, por las balas y de hambre.

Naciones Unidas cifra en más de 15 mil los niños asesinados en los 18 meses de esta masacre. Otros miles quedan en la total orfandad cargando el dolor de ver morir a sus familias bajo circunstancias que no comprenden. Mañana se los llevará el hambre, una enfermedad u otra explosión.

En total, se estiman cerca de 55 mil palestinos, de acuerdo a Médicos sin Fronteras y organismos de Naciones Unidas.

El gobierno de Netanyahu está desatado. La disparidad de fuerzas es evidente. Quienes se desplazan con lo puesto ya no tienen dónde ir, las fronteras están cerradas. Prácticamente esperan la muerte.

 

Israel bloqueó la entrada a equipos de prensa y según Reporteros Sin Fronteras, cerca de 200 periodistas han sido asesinados por ese gobierno, 44 en ejercicio profesional. También cercó la ayuda humanitaria. Palestina muere por las bombas, por las balas y de hambre.

 

 

Hoy la comunidad internacional tibiamente levanta la voz, algunos gobiernos han tenido la valentía de condenarlo públicamente, como el chileno, a través del presidente Gabriel Boric, en la última cuenta pública.

Más allá de las consecuencias políticas o diplomáticas, acá primó la mirada humanista. “Es que habló desde las emociones”, critican algunos ¡A buena hora que así fue! Él no está equivocado. Quienes sí lo están son los que callan o miran hacia otro lado cuando suenan los tambores de guerra.

Hay que ser justos, no todo Israel  es el causante de esta masacre. Es su gobierno y los sectores de ultra derecha. Buena parte de la población israelí se manifiesta en las calles en contra de la ocupación militar.

Asimismo, organizaciones humanitarias de ese país, como Standing Together, intentan día a día que camiones con ayuda alimentaria y de salud puedan ingresar a Gaza y mitigar en algo el cerco de hambre que impuso el sionismo. Hasta ahora sin resultados alegres.

Así las cosas, en momentos de exterminio, el silencio solo es la opción de los cómplices. Si somos neutrales estaremos de lado del opresor. Palestina aún respira, pero si optamos por la indiferencia, seremos testigos de su último aliento. Y ahí no habrá vuelta atrás.

 

Fotografía: Abdel Kareem Hana (AP)
Fotografía: Abdel Kareem Hana (AP)

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