Por Ignacio Paz Palma
Se conocieron los resultados de la primera encuesta Criteria 2023 que entrega percepciones respecto al nuevo proceso constitucional. Lo primero que sale a la luz es el bajo interés por el desarrollo de esta instancia política. Algunos datos duros muestran que solo un 18% evalúa positivamente este proceso y el 46% lo hace de manera negativa, lo que se relaciona con que solo un 33% considera estar informado. La verdad, los resultados no deberían sorprender, pero ¿Por qué llegamos a esto?
Razones hay muchas, podemos ir desde los más intrincados análisis de cientistas políticos hasta el pulso ciudadano, que a mi parecer es lo que mayor valor tiene a la hora de poner la pelota en el piso.
Antes del 4 de septiembre fuimos testigos de una campaña brutal contra la convención constitucional, los constituyentes eran fuertemente bombardeados por una oposición que contó con todas las herramientas y vitrinas para levantar mensajes que erosionaron el trabajo que se hacía en los salones del ex congreso en el centro de Santiago y en las calles del país. Finalmente quedó la sensación que todo era un circo, una chacota y se terminó por rechazar.
“Vamos a trabajar en una nueva y buena constitución para Chile”, dijeron después los parlamentarios ¿Vamos a trabajar? Fue la primera pregunta ¿Por qué ustedes si el pueblo no les dio ese mandato? ¿Por qué lo haría una de las instituciones más desprestigiadas del país?
Las interrogantes se respondieron solas mientras vimos cómo durante dos meses protagonizaron un show patético, básico, descalificaciones iban y venían y la argumentación política brillaba por su ausencia, entonces ¿Qué se podía esperar? La población se aburrió y perdió interés. Pasamos de las ganas de cambiarlo todo a mejor nos quedamos como estamos.
Si durante décadas dejamos de lado la formación crítica y el fortalecimiento de una base cultural a las nuevas generaciones, no hay proceso que se pueda sostener pues cualquier intento finalmente se adaptará a la visión política dominante sin un contrapeso intelectual comunitario.
Entonces no nos sorprendamos cuando vemos las cifras de estas encuestas, no podemos pretender que la ciudadanía logre entender, interpretar e informarse de buena gana sobre los hechos y posibles transformaciones sociales, si finalmente da la sensación que el diseño de las estrategias políticas apuntan al hastío en vez de incentivar una ciudadanía informada y activa.
Desde esta simple tribuna uno espera que quienes se atribuyeron un rol que nadie les mandató, al menos muestren un comportamiento y entreguen herramientas para comprender los procesos y transformaciones, que potencien una mirada crítica que permita analizar y vincular el trabajo legislativo con los intereses de una sociedad que perdió el rumbo hace rato. Si se atribuyen un protagonismo que este también sea orientador.
Lamentablemente eso dista mucho de la realidad, más si solo el 66% del total de los encuestados dice haber escuchado o saber del acuerdo. Algo que se supone trascendental para el futuro de la nación no está en conocimiento del total de la muestra, insisto ¿Es solo responsabilidad de la ciudadanía?
Si durante décadas dejamos de lado la formación crítica y el fortalecimiento de una base cultural a las nuevas generaciones, no hay proceso que se pueda sostener pues cualquier intento finalmente se adaptará a la visión política dominante sin un contrapeso intelectual comunitario.
Finalmente, queda el ejercicio de proyectar qué sucederá con este intento, que a mi juicio comenzó viciado, pues da la sensación que este desinterés ciudadano radica en que ya da lo mismo de qué manera construimos el país en que vivimos, dejando las luchas que se estaban dando acumulando polvo en el cajón del olvido, desconociendo la historia y presente del país. Parece que el plan funciona o quizá sufrimos del síndrome Estocolmo y terminamos enamorados del secuestrador.
Periodista.
ignacio.paz@periodicolacalle.cl