Las problemáticas sociales de los países hispanoamericanos han estado constantemente bajo la mirada acuciante y perspicaz de la cinematografía regional y “los cineastas tenemos que filmar lo que pasa en tu familia, en tu barrio, lo que le pasa a tu generación”, explica Gonzalo Justiniano.
Latinoamérica es una región que históricamente ha estado plagada de desigualdad y para bien o mal, disciplinas artísticas como el cine han hecho una constatación audiovisual de las problemáticas que aquejan a esta parte del mundo.
A continuación analizamos 3 películas de Chile, Argentina y Cuba que reflejan ciudadanos que viven en la pobreza, reclaman por sus derechos, e incluso están en situación de esclavitud.
Filmada en la Población Santa Olga de Lo Espejo, Caluga O Menta (Chile, 1990) retrata las vivencias de jóvenes de sectores periféricos de Santiago, poco después del retorno a la democracia en Chile. Su director Gonzalo Justiniano relata que “una parte de la juventud, estaba viviendo como seres marginales, los cuales no tenían poder de voto ni voz en los medios de comunicación, eran seres de otro planeta, quienes los trataban muy mal, por lo que me interesó reflejar un estado de ánimo propio de esa época”.
Para Justiniano se trata de una película contracultural al ambiente de la época, “dado que quería exhibir la postergación en la que se encontraba un grupo de jóvenes y no solamente cosas bonitas que son típicas de la mentalidad mediocre y arribista de este país”.
Al estreno de esta cinta en Chile, 3 de cada 5 jóvenes chilenos se consideraban marginales y la pobreza bordeaba alrededor del 40%. Si bien esa cifra con los gobiernos democráticos disminuyó a un 8%, no ha podido reducirse la desigualdad, la cual es la más alta de los países de la OCDE, comparable a nivel mundial con países africanos. Pese a lo anterior, Justiniano es optimista: “Ha habido un progreso económico enorme, pero tenemos que hacer que ese progreso llegue a la gente, que la economía esté al servicio de la gente, no la gente al servicio de la economía”.
Relatos Salvajes (Argentina, 2014), es un film argentino que de manera antológica cuenta 6 historias diferentes de personas que los separa la delgada línea que divide la civilización de la barbarie.
El crítico de cine, Joel Poblete, cree que la película trasandina “es un catálogo de cosas feas que muestra la cara menos amable de la sociedad argentina, los abusos, la corrupción y la burocracia que afecta a ciudadanos comunes y corrientes”, haciendo referencia al relato del Bombita (Ricardo Darin), un ingeniero que hastiado con los servicios estatales, decide instalar un artefacto explosivo como una manera desesperada de llamar la atención respecto a la corrupción endémica que afecta a su país.
A principios del siglo XX, Argentina era vista como una potencia económica y agraria a nivel mundial gracias a las exportaciones de carne, lana y cereal, lo que hizo que muchas personas llegaran a tierras trasandinas a probar suerte comercialmente, siendo un atractivo polo cosmopolita y cultural. Sin embargo, desde 1946 a la fecha, este status fue decayendo debido a la corrupción y malas prácticas de gobiernos autoritarios o populistas, llevando al país sudamericano a una debacle social, situación que muchos habitantes hoy consideran como algo común y corriente dentro de la idiosincrasia argentina, situación que se ve muy bien reflejada en la cinta.
La Última Cena (Cuba, 1976), del cineasta cubano Tomas Gutiérrez Alea, nos adentra en la época colonial de La Habana en el siglo XVIII, donde El Conde (Nelson Villagra), un noble imbuido de profundos valores católicos, les enseña cristianismo a un grupo de esclavos en una plantación dedicada a la caña de azúcar, durante una cena de Semana Santa. El hecho genera en ellos un sentido de dignidad y libertad que los hace rebelarse frente a las cadenas que los esclavizan.
Para Poblete, si bien la esclavitud ha desaparecido de los sistemas legales, cree que este es la clásica historia de las diferencias entre clases sociales donde se escuda el tema religioso de por medio, lo que hace finalmente que la matriz igualitaria de la fe cristiana provoque una rebelión de esclavos.
En efecto, desde las visitas de Juan Pablo II en 1998 y Francisco el 2014 a la isla caribeña, aumentó la religiosidad católica de la población cubana, mezclada con el sincretismo de la Santería, culto practicado por la población afrodescendiente, un hecho sin precedentes debido al oficial carácter ateo del Estado cubano.
Ahora bien, a diferencia de las películas anteriores, Joel Poblete considera que “esta cinta provocó un impacto internacional, debido a que tenía un mensaje y una temática controvertida, ya que películas con divisiones de clases han sido mucho más frecuentes en las últimas décadas, pero en ese momento no era algo tan común, por lo que generó mucho ruido “.
Qué duda cabe, Latinoamérica es un continente plagado de desigualdad y los artistas siempre están a la vanguardia para mostrarnos algo al respecto.
Por: Joshua Abaud G.