El gran dictador: el valor de la tolerancia

El gran dictador: el valor de la tolerancia

 

La sátira de Charles Chaplin  donde condenó a Hitler, Mussolini, los nazis y el antisemitismo, tiene resonancias actuales a 81 años de su estreno cuando los extremos políticos están germinando y las sociedades se  encuentran cada vez más polarizadas.

 

Los dictadores fueron y serán excelente inspiración para los que disfrutan de la parodia, construyendo así personajes cómicos y absurdos. Un ejemplo de esto es la película El Gran Dictador de Charles Chaplin donde el cómico imita a la perfección al alemán Adolf Hitler.

Pero  ¿Cómo llegó Chaplin a hacer una cinta de tales proporciones y en una época en que el mundo veía con condescendencia al nacionalsocialismo?

Las similitudes del comediante con el tirano germano no podían ser más que un simple bigote: Nacieron el mismo año, de la misma semana, del mismo mes, pesando y midiendo exactamente lo mismo.

Razones más que suficientes para que Alexander Korda, un amigo de Chaplin lo animara a hacer una película ridiculizando a Hitler, en una cuestión nada baladí y llena de riesgos. En los años 30 y 40 el movimiento político del fascismo era la tendencia en casi la mayoría de los países occidentales, a excepción de E.E.U.U. e Inglaterra.

Ernesto Ottone: “El mundo de esos años veía al nazismo no como lo vemos nosotros después del Holocausto”.

Al respecto, el sociólogo Ernesto Ottone puntualizó   que “el mundo de esos años veía al nazismo no como lo vemos nosotros después del Holocausto, que es el mal absoluto, es la masacre del pueblo judío solo por ser un pueblo con esas características”, señalando por cierto,  la existencia de un antisemitismo normalizado en la sociedad europea y un cierto “orden” que le daba legitimidad al nacionalsocialismo.

El Gran Dictador fue la primera película sonora de Chaplin luego de una prolífica trayectoria en el cine mudo, etapa que le costó mucho al actor formar parte del sonido.

El crítico de cine Héctor Soto cree que este factor se debió a “que el cine parlante en los primeros años es un cine plano, pierde gracia, liviandad, rapidez, la coreografía y cierto aspecto gracioso que había alcanzado Chaplin con su arte, es la razón por la que le cuesta mucho subirse al carro de lo sonoro”.

La cinta empezó su filmación en 1939, a una semana  de la invasión nazi a Polonia, lo que significó el comienzo de la II Guerra Mundial, situación que volvió más urgente el mensaje de este film.  En el transcurso de su grabación, Adolf Hitler se haría con la conquista de varios países europeos a través de la Blitzkrieg o guerra relámpago, el cual el gran trofeo sería la ocupación de Francia.

La película hace una fuerte denuncia a la persecución del pueblo judío y el antisemitismo, prejuicio que lamentablemente continúa hasta el día de hoy en muchas sociedades del mundo: “el antisemitismo no es un problema de los judíos, es un problema de la humanidad, me parece que es algo incompatible con la democracia, el antisemitismo como todas las formas de racismo son inaceptables para la razón humana y para una sociedad igualitaria”, sostiene Ottone.

Otro de los dictadores parodiados en esta sátira es el italiano  Benito Mussolini, quien es retratado como “Benzino Napaloni” dictador de Bacteria, quien a diferencia de Hitler, tenía una relación ambigua con la población judía de su país: “Mussolini ciertamente tenía un sentimiento antisemita dentro de la ideología fascista, pero empezó destruyendo la institucionalidad democrática paso a paso  y poco antes de la guerra para aliarse definitivamente con el nazismo decreta leyes raciales  en detrimento de la población judía”, enfatiza el académico.

 

 

“El antisemitismo no es un problema de los judíos, es un problema de la humanidad, me parece que es algo incompatible con la democracia, el antisemitismo como todas las formas de racismo son inaceptables para la razón humana y para una sociedad igualitaria”, sostiene Ottone.

 

 

Héctor Soto: “Es una defensa a los derechos humanos, al respeto del individuo”.

El film cuenta con varias escenas y momentos memorables: la coreografía de Chaplin con un globo terráqueo, el macarronismo pseudo-alemán de los discursos de Adenoid Hynkel, el barbero judío que trabaja mientras se mimetiza con las Rapsodias Húngaras  de Johannes Brahms, pero la que destaca como el momento climático de la cinta es el discurso final donde el cómico hace un llamado a la paz y una deposición de las armas en medio de tanta barbarie.

Después de 6 meses de rodaje El Gran Dictador hizo su estreno el 15 de octubre de 1940, en 2 teatros de Broadway, con un rotundo éxito y en Londres, ciudad donde Chaplin había nacido, la película sirvió para mantener la moral en alto  a  los ciudadanos británicos cuyo país estaba siendo bombardeado por la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana durante el Blitz.

Consultado respecto al legado de la sátira Héctor Soto aseguró “que es una defensa a los derechos humanos, al respeto del individuo y en donde estos valgan con independencia de su raza y su credo”. En una línea similar Ernesto Ottone piensa que la película le hizo un daño al nazismo señalando además que  “la película es parte de la educación cívica y democrática, Chaplin muestra que es más que un cómico, tenía una humanidad y compasión enorme”

Una de las grandes interrogantes es si Hitler vio la película. La curiosidad invadió al tirano y ordenó que trajeran una copia de la cinta desde Portugal, los registros señalan que la vio 2 veces aunque sin conocer cuál fue su reacción. “Daría todo por saber que pensó de aquello”, declararía Chaplin más tarde.

 

 

Por: Joshua Abaud G.

 

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