La oscilación del péndulo: el atentado de las fake news y la polarización contra la democracia

La oscilación del péndulo: el atentado de las fake news y la polarización contra la democracia

La historia es cíclica. Por más que hablemos de progreso, el recaer una y otra vez en los mismos errores parece inherente en la naturaleza de la sociedad humana que, a raíz de distintos fenómenos, avizora caer nuevamente en problemáticas que marcaron eras críticas del Siglo XX: los gobiernos y bloques que tambalean entre la democracia y la imposición política. Una problemática que se está tomando el continente americano.

 

 

El concepto de “oscilación del péndulo” fue acuñado por el historiador húngaro Karl Polanyi en su libro “La Gran Transformación” (1944), refiriéndose al equilibrio entre dictadura y democracia parlamentaria. Un planteamiento surgido tras ver el ascenso del fascismo y la imposición de gobiernos que navegaban entre el borde de ambas aguas, recordando que personajes como Hitler o Mussolini ascendieron con apoyo popular para acabar imponiendo un totalitarismo.

Este fenómeno se ha visto reiteradamente a lo largo de la historia y trasciende del clásico “izquierda o derecha” (conceptos añejos que de igual forma no parecen ser realmente útiles en los tiempos actuales para determinar la ideología de una persona o sector, más allá de una facilista hoja de ruta, después de todo ¿China es izquierda o derecha?), es el tambalear entre la democracia y la toma del poder. Poco importa el sector, lo relevante es la polarización, el fanatismo causado y el apoyo para llevar este proceso de consolidación a la perpetuación en el poder y el control.

 

Totalitarismo con voto

En el contexto americano han surgido múltiples figuras que han conducido a fenómenos similares. Un caso popular y a estas alturas casi prostituido es la crisis de Venezuela, donde el ascenso de Chávez fue respaldado por un ferviente apoyo popular, pero eventualmente acabó transformándose en un país en crisis, con elecciones transversalmente cuestionadas y la perpetuación en el poder de Nicolás Maduro y su bloque político.

Aunque más allá de la instauración de una cuestionada “democracia” con bastante más que tintes de dictadura, que se ha transformado en el argumento favorito de los sectores conservadores para condenar o cuestionar cualquier clase de cambio en sus respectivos países, dándole a Venezuela las poderosas atribuciones  de una suerte de nueva ‘Unión Soviética’ (quizá la Unión Plurinacional Bolivariana), y que en Cuba también se siguen evidenciando fuertes casos de represión pese a la presencia de sufragios (sobra decir, como mínimo cuestionados), lo cierto es que el fenómeno de la oscilación del péndulo también se refleja en la ultraderecha.

 

Campañas de Fake News

La famosa ‘doctrina del miedo’ ha sido el instrumento de campaña favorito de la ultraderecha para alzarse en el poder, inspirando el temor principalmente hacia el comunismo, la inmigración e inflando las problemáticas de seguridad y delincuencia, una temática siempre fundamental, pero que suele verse exagerada en la información divulgada por estos bloques políticos.

Me gustaría detenerme un segundo en esto último, porque es una arista donde los periodistas deberían hacer un especial mea culpa y cuestionarse hasta qué punto nos transformamos en incentivadores de estas situaciones, hasta qué nivel las pautas funcionan para informar o llevan a generar un clima de inseguridad en la población, provocando la imagen de que existe mucho más crimen del que realmente hay dentro del país, una proyección que ha sido plenamente aprovechada por bloques de conservadurismo duro, sobre todo si el delincuente es extranjero, sumando mayor puntaje entre más oscura sea su tez.

Lo más complejo de estas situaciones es que las campañas se han basado principalmente en la divulgación de noticias falsas, y aunque es un fenómeno del que también han participado bloques izquierdistas y ultraizquierdistas activamente, en la vereda de la ultraderecha ha llegado a niveles extremos en lo que respecta a inversión para su difusión, incluso utilizando cantidades irrisorias de bots para replicar fake news, y para peor, han sido la herramienta que los ha conducido al sillón presidencial.

Probablemente los casos más rimbombantes han sido los de Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes resumen perfectamente esta clase de discursos y campañas basadas en fake news, contradicciones a cifras oficiales, organismos internacionales, prensa, etcétera.

 

El clamor del golpe

Sin embargo, la complicación no radica exclusivamente aquí. Aunque hubo grandes problemáticas que polemizaron las elecciones, estos personajes fueron escogidos de forma legítima dentro de la democracia como presidentes de sus respectivos países, más allá que a otro bloque pueda o no gustarle el resultado. Lo grave viene después.

Cuando se dieron los procesos de reelección, Donald Trump fue derrotado por Joe Biden e inmediatamente después cayó uno de los momentos más complejos en la historia reciente de Estados Unidos, con acusaciones de fraude por parte del republicano y posteriormente el ataque de sus seguidores al capitolio.

En Brasil se repitió una historia similar en una elección muchísimo más polémica, donde Bolsonaro y Lula significaban las posturas más opuestas posible, pero aún así el candidato del Partido de los Trabajadores se alzó como el ganador por el mínimo porcentaje.

Todo esto condujo a que se repitiera el patrón: acusaciones de fraude electoral y las calles tomadas por los seguidores de Bolsonaro, quienes incluso hacían el llamado a un golpe de Estado para derrocar al recién electo Lula da Silva y preservar al conservador brasileño en el poder.

Es verdad, en ninguno de los dos casos lograron perpetuarse en el poder, a diferencia de otros ejemplos que se han visto en el continente por los dos extremos, sin embargo la intención desde su bloque existió, surgió el llamado al golpe, movimientos, protestas, el llamado a no reconocer las elecciones, cuestionar la democracia en la derrota y buscar imponer a un nombre en la casa de gobierno a través de la fuerza.

 

Libertad y dignidad

La oscilación del péndulo aparece cada vez con mayor firmeza en América Latina. Algunas dictaduras se han camuflado de democracia, mientras que otros bloques han buscando la perpetuación en el poder incluso en la derrota.

En el contexto actual cualquier método es eficaz para conseguir el poder, la desinformación, fake news, mentiras, la búsqueda de chivos expiatorios como alguna vez fueron los judíos se encuentra hoy con otro nombre: capitalistas, imperialismo, comunismo, inmigrantes, etcétera. Todo sirve. Mientras provoque algo en las vísceras del ciudadano común, funciona. Vivimos en la era de la posverdad, después de todo.

La polarización política, las posturas extremistas, la visión de la política fanática, casi como si se tratara de equipos de fútbol, en lugar de verlo como un instrumento para la organización de nuestra comunidad que nos conduzca a resolver las problemáticas que nos afectan a todos, nos derivan lentamente en una amenaza hacia la sana democracia.

Poco a poco escala la violencia, las intenciones de perpetuación en el poder, la visión absolutista de tener la razón exclusiva, de visualizar al 49% o el 51% de la población como un enemigo, debilitando la democracia, atentando contra conceptos que son constantemente utilizados en las campañas de los grupos que hoy las debilitan: la libertad y la dignidad.

La oscilación del péndulo sigue su curso, atentando poco a poco contra la voluntad del pueblo, amenazando con desgarrar el contrato social de Rousseau y primar los deseos individuales, del partido, prácticamente “del club” por sobre la ciudadanía. Extendiendo la sombra de ideologías totalitaristas que acechan a vista y paciencia de un continente polarizado donde el discurso ultrista ya se ha instalado como un peligro latente.

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