La sombra de los privilegios

La sombra de los privilegios Imagen creada con IA.

Marcela Cubillos con su millonario sueldo en la U. San Sebastián no pasó desapercibida y la reflexión inmediata es la desconexión entre la elite y ciudadanía. Este nuevo capítulo movió, una vez más, el piso político y enloda al trabajo académico, un espacio hasta ahora confiable en materia de buenas prácticas.

 

Por: Ignacio Paz Palma.

 

No es solo un tema de cifras exorbitantes, es otra muestra de cómo la clase política y económica opera bajo reglas distintas al resto de la comunidad.

Otra ex autoridad del gobierno de Piñera que se ve envuelta en prácticas reñidas con la ética social. Cubillos, una figura prominente de la derecha chilena, hace noticia porque su trabajo docente es remunerado con 17 millones de pesos mensuales. Una cifra inalcanzable para el 99,9% de los profesores universitarios y para cualquier profesional que se dedique a la enseñanza. Excesivo en el contexto de la educación chilena.

Inmoral en el contexto social de un Chile cuyo ingreso laboral promedio es de poco más 826 mil pesos bruto, donde el 50% de los trabajadores del país recibe ingresos iguales o menores a 582 mil pesos, según cifras entregadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en agosto de este año.

 

Marcela Cubillos es solo un eslabón más de esta elite moralmente decadente. Un reflejo de la separación entre las capas sociales de Chile, un país que ve cómo la mayor parte de sus habitantes apenas cubren sus necesidades básicas, mientras los que detentan el poder o trabajan para el servicio público, disfrutan de beneficios desproporcionados.

 

Cubillos decidió hablar con la prensa y a la luz de los resultados de ese encuentro no fue una buena estrategia de defensa. Sus declaraciones dejaron más dudas que certezas tras argumentar que su sueldo es “justificado por su trayectoria” y que una empresa privada es libre en decidir cuánto les paga a sus colaboradores.

Lo segundo no lo vamos a discutir en el estricto entendido de empresa privada, lo cual en un inicio ya es cuestionable cuando hay recursos públicos involucrados. Pero el punto es la existencia de una profunda y larga crisis de confianza en las instituciones, uno esperaría que sus representantes tengan al menos actos de decencia y se esmeren en revertir la situación con acciones concretas.

Pero no, la desconexión ya parece insalvable y el debate no debería basarse solo en lo legal, sino, poner el foco en lo ético y justo en materia social.

Marcela Cubillos es solo un eslabón más de esta elite moralmente decadente. Un reflejo de la separación entre las capas sociales de Chile, un país que ve cómo la mayor parte de sus habitantes apenas cubren sus necesidades básicas, mientras los que detentan el poder o trabajan para el servicio público, disfrutan de beneficios desproporcionados.

En un país donde el acceso a la educación superior es visto como una vía para la movilidad social, estas decisiones resultan cuestionables y profundamente ofensivas para quienes luchan por una educación más justa y equitativa.

Veremos si este terremoto social remueve algún cimiento que finalmente rompa la burbuja de privilegios, en caso contrario, la desconfianza y el descrédito seguirá siendo constante en nuestras relaciones sociales.

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