El corte final: aumento de acciones suicidas en Chile

El corte final: aumento de acciones suicidas en Chile Crédito: Álvaro Stears.

En América Latina, Chile es el sexto país con la tasa más alta de suicidios y la mayor cifra alcanzada fue de 9,9 casos cada 100 mil habitantes en 2020 y 2021. Los testimonios y análisis de expertos desnudan este creciente y preocupante fenómeno.

 

Por: Joaquín Pérez S., Diego Quintanilla M. y Javier Troncoso H.

 

Los datos arrojan que el promedio de la región es de 6,2 y el perfil que alcanza esa cifra es el de adultos mayores, escolares y personas de la comunidad LGBTIQ+, quienes, si son adolescentes, tienen siete veces más riesgo de comportamiento suicida. En el periodo entre el 2020 y 2021  la tasa aumentó un 32% en comparación con los años anteriores, llegando entonces a un peak de 9,9 cada 100 mil adolescentes.

 

“Reventé el cajón de mi mamá donde estaban guardadas las pastillas, saqué todas las benzodiazepinas que tenía y me las tomé”, así rememora Daniel Cáceres (21) su intento de suicidio en septiembre de 2021, mientras enciende un cigarro a pesar de la amigdalitis que lo aqueja.

En esa ocasión, el joven consumió alrededor de 40 pastillas entre clonazepam, pregabalina y quetiapina, despertando una semana después, internado de urgencia en el Hospital del Carmen en Maipú.

Chile es el sexto país de América Latina con la tasa más alta de suicidios, según el Banco Mundial. Los datos muestran que la mayor cifra alcanzada fue de 9,9 suicidios cada 100 mil habitantes en 2020 y 2021, mientras que el promedio de la región era de 6,2.

El perfil que alcanzó esa cifra fueron los adultos mayores, los escolares y las personas de la comunidad LGBTIQ+, quienes, si son adolescentes, tienen siete veces más riesgo de comportamiento suicida, según el artículo La pandemia silenciosa del suicidio adolescente en Chile, de la periodista Natalie Espinoza en el medio El Mostrador.

Las cifras anteriormente expuestas se condicen con lo que arroja el texto Variaciones de los suicidios adolescentes en el contexto de la pandemia COVID-19, del autor Eduardo Goldstein, investigador del área de la salud, que la tasa de suicidio adolescente, entre 15 y 19 años, se encontraba en 8,8 casos cada 100 mil adolescentes en 2018. Al año siguiente, en 2019, esta cifra aumentó a 9,1.

El periodo entre el 2020 y 2021 fue parejo, complementa el artículo de Espinoza, la tasa aumentó un 32% en comparación con los años anteriores, llegando entonces a un peak de 9,9 cada 100 mil adolescentes.

Así como los datos de suicidios suben, también lo hace su atención. El centro de vigilancia para intentos de suicidio de la Posta Central, Centinela, único en la Región Metropolitana, atendía tres casos al mes, hoy, tres al día.

La adolescencia en pandemia fue un acelerador de los problemas mentales que hoy afectan a ese grupo de la sociedad. Su contexto es fundamental para comprender las aristas que explican ciertas causas. “El cariño es el principal factor protector de salud mental”, explica Mario Mayer, psicólogo experto en salud mental del centro adolescente Alter Joven.

Sin embargo, el adolescente puede estar exento de esta protección tanto en el hogar como en el ambiente escolar. Daniel Salfate, psicólogo de familias en la Municipalidad de Puente Alto, relata que cuando llegó al Colegio Vicuña Mackenna, “el director me dijo que le decían (al colegio) el “cuchilla Mackenna”, que tenía que tener cuidado, porque “estos cabros son puros cachos”, “no vienen a estudiar, son puros delincuentes”. Ese es el discurso que se dice a puertas cerradas”, expresa con cierta desesperanza.

Las alarmantes cifras de suicidio en la adolescencia en Chile son capaces de reflejar que existe un problema en prevenir y abordar esta situación desde un inicio, antes de esperar que jóvenes sientan ese dolor.

Este reportaje tiene como puntapié inicial el análisis de la tasa de suicidio desde 2018 a 2021, último registro de cifras oficiales, a través del cual se busca identificar las principales causas que llevan a la población adolescente a cometer suicidio. Junto a esto, también se determinará si existe o no una falta de políticas públicas que prevengan y atiendan esta problemática.

“Los pensamientos intrusivos y la autolesión pueden comenzar a una edad pre adolescente. Sienten que están muriendo por dentro y necesitan sentir que tienen ese cuerpo”, dice Danae Cerda, Directora y fundadora del Observatorio de Salud Mental Chile.

La adolescencia es un grupo que forma gran parte de los trastornos de salud mental que están presentes, entonces, ¿qué tan efectivas han sido las políticas públicas implementadas para la prevención?

 

I.- Familia, colegio e internet: los espacios vulnerables que agudizan la depresión

Si un adolescente pertenece a la comunidad LGBTIQ+, tiene siete veces más riesgo de comportamiento suicida.

 

“Estuve una semana inconsciente y 3 días grave. Cuando desperté vi a un psiquiatra, el cual me dijo que tenía bipolaridad, pero estaba tan dopado que no recuerdo lo demás”, relata Daniel Cáceres navegando entre los difusos recuerdos que tiene sobre lo primero que vio después de intentar morir.

Ahora bien, Daniel Cáceres, el Rucio, como es llamado por sus cercanos, anteriormente había tenido otros intentos, pero ninguno tan grave como este. Además, antes de este intento, también pasó por distintos diagnósticos. Primero fue un cuadro depresivo y depresión endógena, luego fue Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) y bipolaridad y ahora está con una posible depresión.

El motivo que lo impulsó a tomar la decisión de quitarse la vida fue porque en esos momentos tenía un sentimiento de vacío demasiado profundo, relata cabizbajo que sentía la necesidad de querer escapar.

Los estudios de suicidio adolescente dicen que este grupo vive en gran parte experiencias de soledad, que no se relaciona con estar sin gente, sino que abandonados por ellos mismos.  El desarrollo del adolescente en su entorno determinará cómo irá evolucionando, por lo tanto se refleja en sus pensamientos y decisiones.

 

Comunidad LGBTIQ+

Hoy día la mayor tasa de suicido adolescente se encuentra en las disidencias sexuales. Según expertos, todavía hay un sector de la población adulta que no logra comprender -y menos aceptar-, que esto es parte de la vida. “Si los padres no le dan un derecho a existir, una alternativa es el suicidio”, relata el psicólogo adolescente Mario Mayer.

Si un adolescente pertenece a una minoría sexual y su entorno adulto no es capaz de comprender ni apoyar con herramientas, la sensación de que el menor se sienta seguro deja de existir y con eso aumenta la desesperanza. Su vulnerabilidad depende de una protección familiar, pero muchas veces es desde ese mismo espacio que se vulnera.

Daniel Salfate indica que “siempre hay una parte saludable en todos nosotros, que de alguna forma trata de buscar ayuda, el problema es cuando esa ayuda no está ni en el psicólogo, ni en los profes, ni en los papás”.

La falta de comunicación y de herramientas emocionales por parte de sus protectores son perjudiciales en la salud mental de un menor. Es un problema que un adolescente no pueda tener una red de apoyo interna. Finalmente es su contexto lo que determina su desarrollo emocional.

 

 Entorno de (in) seguridad

El deterioro de la salud mental adolescente se agudiza cuando, aparte de la falta de protección familiar, existe vulneración en el colegio. Este espacio, en ocasiones, en vez de ser recreativo y seguro, se vuelve triste e inseguro.

En el colegio, el maltrato no siempre es físico, también es emocional y viene desde el daño verbal,  “es decirle a un grupo de curso: ustedes no sirven para nada;  nunca les va a ir bien en la vida”, reflexiona con inquietud el ex psicólogo del colegio Vicuña Mackenna, Daniel Salfate.

La percepción de sí mismos, en los adolescentes, puede estar dañada mentalmente por ciertas circunstancias, hasta, incluso, el punto de no encontrarle sentido a la vida.

Esta percepción empeora aún más con el uso de internet, sumando con ello un nuevo espacio de violencia. La interacción en redes, sus expectativas sociales y la capacidad de recibir comentarios de quien sea, abre una nueva arista causal que influye en el deterioro de la salud mental adolescente.

Francisco Jofré, psicólogo del colegio República de Paraguay, Recoleta, reflexiona sobre el contraste temporal de la situación adolescente vulnerable en el colegio: “antes te molestaban en el colegio, después llegabas a la casa y podías ser otra persona, ahora llegas a la casa, te metes a redes sociales y ves que todavía te están molestando”. Ya no existe un límite entre esos dos espacios.

 

 

“Si los padres no le dan un derecho a existir, una alternativa es el suicidio”, relata el psicólogo adolescente Mario Mayer.

 

 

Entre el 2020 y 2021 la tasa de suicidios aumentó un 32% en comparación con los años anteriores.

 

 

 

II.- Un corte para calmar el dolor

 

Mientras el psicólogo Mario Mayer asegura que en el Centro Adolescente Alter Joven, de 130 adolescentes que atiende en un año, 100 presentan riesgo suicida. Por su parte, el Rucio, como le llaman sus amigos, recuerda una tragedia cercana: “conocí harta gente que estaban en la misma situación, partiendo por mi amigo que se suicidó”.

El Ministerio de Salud (Minsal) registra un total de 4.380 casos de suicidio, de estos, 640 (15%) corresponden a jóvenes y adolecentes, solo entre 2020 y mayo de 2023. Estas, no son cifras, ni simples números, son niños y jóvenes de entre 10 a 24 años que han decidido atentar contra su propia vida.

El psicólogo Francisco Jofré asegura que “si tu le preguntas a un niño, ¿por qué te cortaste los brazos?”, te va a decir  “cuando lloraba, la única forma en la que me tranquilizaba era el dolor”, así los niños canalizan la emocionalidad”, relata con preocupación.

Por otro lado, pero nada alejado de esta realidad, el Rucio se intoxica con las mismas benzodiazepinas que eran parte de su tratamiento psiquiátrico, “quedé inconsciente altiro”, recuerda.

Según el reporte de defunciones del Minsal, los casos ligados a suicidio, están etiquetadas como “Lesión autoinfligida intencionalmente por…”, lo que sigue acompañado de categorias que pueden variar entre: estrangulamiento, sofocación, armas de fuego, drogas, medicamentos, ahorcamiento, objeto cortante, y así un sin número de etiquetas.

Resulta sumamente complejo clarificar las razones de este fenómeno ya que entran en juego criterios tanto sociales, económicos, culturales, de género y geográficos. Aún así, la raíz de esta problemática multifactorial apunta a la degeneración de dos pilares fundamentales para el desarrollo de las infancias encaminadas a la adolescencia.

 

La emoción de la violencia

 

La familia es la institución encargada de criar y cuidar, mientras que la escuela, es la institución destinada a desarrollar la convivencia social y la educación. Según Daniel Salfate, la degeneración de estos, se ve agravada con la violencia y la ausencia del “buen trato”.

Con una alta determinación, por más crudo que parezca, el psicólogo de Puente Alto, insiste en decir que “el sistema educacional chileno es muy semejante a lo que son las cárceles”, hay una normalización de violencia y los altos cargos no toman cartas en el asunto.

Ante esta violencia desatada, Danae Cerda, directora del Observatorio de Salud Mental, asegura que se está gestando un reflejo de la sociedad actual y eso está pasando desde antes de la pandemia y ha ido en incremento en “al menos en un 15%. Si antes teníamos un 20% de violencia en adolescentes, ahora ya tenemos un 35%”.

Esos comportamientos se deben a la inexistencia de formas de comunicación claras, a la dificultad que tienen los niños y jóvenes en expresar sus emociones, canalizándolas con violencia.

A esto, se le suma un “sistema educativo completamente punitivo donde prácticamente tienen que ser un robot en la sala de clases para que sean buenos estudiantes”, no se puede esperar que los estudiantes sean felices si constantemente se les compara a todos con la misma vara, asegura Daniel Salfate.

Además, como síntesis, el psicólogo agrega con molestia que “nuestro sistema busca todo lo contrario que prevenir los problemas de salud mental, llevamos décadas con este sistema escolar y no se ha hecho mucho por cambiarlo”.

Por su parte, Francisco Jofré asegura que para prevenir síntomas de estrés, que conllevan a una depresión y a un posible suicidio en los jóvenes, es importante que la familia sepa reconocer lo que le está pasando al menor. Sin embargo, hay “papás que ni siquiera pueden reconocer sus emociones y les cuesta el doble reconocer las emociones de otros”.

Todo apunta a ser un problema sistémico e interconectado, el Rucio reflexiona: “la familia tiene un gran trabajo que hacer, porque ellos conviven con la gente que está en esa situación… yo creo que en parte puede ir con la educación de los papás, conozco mucha gente que tiene problemas con su familia y eso lo hace hundirse más”.

 

No se puede esperar que los estudiantes sean felices si constantemente se les compara a todos con la misma vara, asegura Daniel Salfate.

 

III.- Ineficiencia del servicio público: un potenciador del deterioro psicoemocional

 

Luego de su intento más grave en septiembre de 2021, Daniel Cáceres comenzó a recibir atención psiquiátrica en el Hospital del Carmen. El primer profesional que lo atendió lo derivó a otro porque no atendía su trastorno –bipolaridad en ese entonces–, pero el segundo psiquiatra, luego de unas sesiones, no apareció más. “Estaba con licencia por 2 meses”, le informaron más tarde.

“Después, en el hospital me ofrecieron una internación que era sólo de día, pero nunca fui porque no le encontraba sentido. Si una persona se quiere hacer daño, o se quiere suicidar lo va a hacer a cualquier hora, 24/7”, comenta resignado mientras expulsa el humo de su tercer cigarro en la entrevista.

Chile es el país con el menor porcentaje de inversión en salud mental entre todos los países de la OCDE, con solo un 2,1% del presupuesto total destinado a esta línea, lo que está muy por debajo del 6% recomendado por la OMS, a diferencia de la inversión que hacen países como Francia o Noruega con un 15% y 13,5% respectivamente.

En cuanto al servicio público, el 30% de las consultas tienen que ver con cuadros depresivos o trastornos ansiosos, y en la medida que eso se trabaje psicoterapéuticamente, aquellas personas no van a necesitar medicamento. “Hoy en día todos sabemos que a las farmacéuticas no les conviene que la población tenga un nivel de salud mental óptimo, porque no van a vender”, expresa Mario Mayer del Centro Adolescente Alter Joven de la comuna de El Bosque.

Dicha Interpretación también es compartida por Daniel Salfate, psicólogo de la Municipalidad de Puente Alto: “para los grandes poderes económicos, la salud mental es una moneda de cambio, mientras más asustada la gente es más fácil manejarla, se mantiene a la gente estresada con fines políticos y económicos”. Existe un comportamiento estratégico en los grupos que rigen la vida en sociedad.

La situación es clara, por un lado tenemos un creciente deterioro en la salud mental y, por otro, una deficiente atención en el sector público. Un caldo de cultivo para la agudización de los trastornos mentales en un rango etario tan vulnerable como es el periodo de la adolescencia.

 

No apagues la luz

El mundo adolescente se encuentra frágil en una vida rápida de información, donde hay estándares que se deben cumplir pero pocas herramientas para controlarlas. Que a tan temprana edad exista una tasa de suicidio adolescente de tal magnitud, un grado de desesperanza tan profundo, demuestra insuficiencia en solucionar las causas principales desde su concepción, desde la primera educación.

Aquello refleja la falta de potencia de las políticas públicas en educación y salud para prevenir y atender estos casos. Una mala salud mental en Chile, más las deficiencias de sus mismas proyecciones, en un contexto pre y post pandemia, conlleva a que los adolescentes del país atenten más fácilmente contra su vida.

Sin embargo, pese a las negativas estadísticas y experiencias, Daniel Cáceres, luego de su intento de suicidio, comparte esperanzado una reflexión como un mensaje global: “dentro de nosotros siempre hay una chispa, una luz, y hay que intentar que no se apague. Es difícil… a todos les va a costar, sea más o sea menos, pero lo que no se puede negar es que siempre hay alguien que está dispuesto a ayudar”.



Redactores La Calle.

 

 

 

 

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