Marco Antonio de la Parra: “El teatro entró a mi vida como una especie de tren que se cruza por el living”

Marco Antonio de la Parra: “El teatro entró  a mi vida como una especie de tren que se cruza por el living”

El psiquiatra y dramaturgo chileno postula este año al Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales, con 96 obras teatrales de su autoría y más de 350 representaciones en el extranjero.

Marco Antonio de La Parra es uno de los dramaturgos más  prolíficos  de Chile, con casi una centena de piezas teatrales a su haber.  Sus obras más famosas y representadas en el exterior, Lo rudo, lo cocido,  lo podrido (1978) y La Secreta Obscenidad de Cada Día  (1988)  son una mezcla de inconsciente psicológico y teatral que se entrelaza con su profesión de psiquiatra.

Lo anterior es una de las tantas razones para que este año postule al Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales. Acreedores de este galardón en el pasado han sido Mares González, Raúl Ruiz,  y Bélgica Castro, por nombrar algunos. A la espera de lo que pase con eso y haciendo frente al confinamiento, reconoce que si bien la pandemia ha disminuido su ritmo  de producción creativa, “nunca dejaría de pensar obras que escribiría”.

 

 ¿Qué factores influyeron en la decisión de ser psiquiatra y dramaturgo?

Esto comenzó desde mis estudios secundarios, yo de alguna forma quería ser endocrinólogo, pero al mismo tiempo estaba metido en el grupo de teatro y la academia literaria del Instituto Nacional, postulé a Medicina donde ya estaba actuando y escribiendo en la facultad, ante estas dudas permanentes sobre la medicina interna,   de pronto descubrí la psiquiatría leyendo mucho y me di cuenta que me permitía un desvío  que me encontraba  con el lenguaje, con la literatura y el teatro, conciliando las inconciliables disciplinas de la psiquiatría y la literatura. Hay psiquiatras-actores, psiquiatras-dramaturgos  y psiquiatras-escritores, yo creo que ahí reposé  un poco frente a esta duda vocacional que fue constante.

 

 ¿Qué puntos en común percibe usted entre esas 2 disciplinas?

Como te señalaba las dos trabajan con el lenguaje, yo me he acercado mucho más al psicoanálisis, entonces la relación entre inconsciente y lenguaje, la preocupación por las escenas internas, la representación del sufrimiento y la dicha, la preocupación de las artes que se encuentra presente en el mundo del psicoanálisis, entonces ha hecho que  me he ido volviendo más psicoanalista que psiquiatra puro y de alguna forma siempre ligado a las artes y al humanismo.

 

¿Qué significa el teatro para usted en términos personales?

El teatro entró  en mi vida  como  una especie de  tren que se cruza por el living, yo quería ser escritor del Boom Latinoamericano, quería ser endocrinólogo, quería ser rockero básicamente. Y de pronto apareció el teatro y me di cuenta de lo que me salía naturalmente era escribir teatro.  A mí me cuesta muchísimo escribir narrativa, he publicado algunas novelas, con algunos premios internacionales de cuentos pero me es difícil. El cine también ha sido mi gran pasión, en algún minuto pensé en ser director y estudiar cine en Polonia, pero vino el golpe militar y se me acabaron todas las dudas, entonces el teatro se convirtió en parte de mi vida, no me concibo sin ser dramaturgo, aunque suene cursi el teatro soy yo, es mi vida.

 

  ¿Cómo ha visto la evolución del teatro en los últimos 30 años, desde el retorno a la democracia?

Yo creo que ha sido explosivo, con mucha gente joven, nueva, escribiendo, dirigiendo y actuando, con nuevos estilos, se ha producido lo que yo llamo la dramaturgia de la imagen con influencia de Ramón Griffero y Herbert Jonckers desde Europa, Alfredo Castro ha sido también una figura importante con el Teatro la Memoria como maestro y director, Manuela Infante hoy en día tiene presencia mundial, por lo que van apareciendo más y más autores extraordinariamente interesantes.

 

 

Siento que el premio nacional debería ser anual para poder galardonar a la gran cantidad de gente que está trabajando  muy bien y que va a seguir trabajando, que esto no se convierta en una pensión de beneficio de la cuarta edad.

 

 

 ¿Cómo le ha afectado la pandemia del covid-19 en su rol creativo?

Muchísimo, el año pasado transformé  la escritura en “escritura Zoom”, lo cual es bastante agotador, con textos más cortos  adaptándose a un formato que al final me terminó saturando, por algo el último texto que escribí se llamó El Último Conversatorio porque me di cuenta de lo que quería el público era el conversatorio más que la obra en sí.  Este año ha sido uno más bien oscuro, estoy trabajando en una adaptación del Infierno de Dante por encargo de la embajada de Italia  y tomando notas para un par de obras de teatro que no sé cuándo se abrirán, sin el miedo y el aforo,  donde seguramente retomaré la inspiración para poder teclear las obras que tengo en mente o en apuntes.

 

 ¿Cómo proyecta el desarrollo de las artes y la cultura post-pandemia?

Yo creo que se va a recuperar con furor, se ha estado escribiendo y publicando en un sector de la cultura extraordinariamente interesante, con una generación atractiva, con propuestas de escritoras  y autores muy interesantes. Yo creo que va a saltar todo eso, hay que estar preparado para leer mucho, ver mucho y emocionarnos con lo que podremos ver.

 

¿Qué sentimientos le genera su postulación al premio nacional de artes de la representación, además si logra obtenerlo?

Es un vértigo y una emoción enorme, la postulación ya lo es y de llegar obtenerlo voy a hacer una fiesta aunque el aforo sea de 3, va a ser una alegría enorme, es un respaldo conmovedor a lo que ha sido mucho trabajo.

Un tesista español calculó que yo he escrito 96 obras de teatro y que     son más, porque se han perdido varios textos por lo que en realidad son alrededor de 100, después averiguando por internet descubrió que ha habido 350  representaciones  y/o puestas en escena de obras mías en el mundo, por lo que te decía antes, el teatro es un tren que me atraviesa,  se convierte en mi identidad, la pandemia ha sido el tiempo que menos he escrito, pero no dejaría de pensar obras que escribiría.

Siento que el premio nacional debería ser anual para poder galardonar a la gran cantidad de gente que está trabajando  muy bien y que va a seguir trabajando, que esto no se convierta en una pensión de beneficio de la cuarta edad.

 

 

 

 

 

Por: Joshua Abaud G.

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