Es otra tarde de viernes en el centro de Santiago, las sombras de los edificios se posan sobre Plaza Dignidad, algunas personas salen de sus trabajos y raudamente se dirigen a la estación Baquedano a tomar el tren que los llevará a sus hogares, mientras unos cuantos se congregan para manifestarse una vez más, como cada semana.
Por Diego Quintanilla Matus.
El vagón llega a la estación, me dirijo hacia la salida, la puerta de acceso se encuentra casi cerrada y sólo hay un reducido espacio para transitar, un claro indicio de que hay manifestaciones en la superficie. Salgo del metro hacia la calle con la intención de encontrar a Gino Rojas, un conocido y emblemático personaje de la revuelta del 18-O.
Por el lado derecho, en la calzada norte de la Alameda, lo primero que veo son 3 furgones policiales estacionados en fila. Afino bien el ojo y me doy cuenta de que hay por lo menos otros 6 carros detenidos en distintos puntos del sector. Al caminar por el frontis del Teatro de la Universidad de Chile diviso a un grupo de personas que se estaban manifestando pacíficamente en la vereda. La antigua entrada de la estación Baquedano se encuentra cerrada, ahí los manifestantes han hecho de ella un lugar de encuentro, ahora es más conocida como el “Jardín de la Resistencia”.
Días antes y durante la madrugada, un grupo de ultraderecha quiso borrar la huella del lugar: Pisotearon las flores, pintaron de blanco las murallas y le quitaron el color al lugar, como si ahí no hubiera pasado nada. Pero las calles tienen memoria y las murallas hablan, y hace falta mucho más que eso para negar la historia. Por lo que los manifestantes estaban dándole vida nuevamente al Jardín, plantando brotes tiernos y pintando murales.
Entre quienes estaban ahí identifico a Cristian Valdebenito Fletcher, hijo de Cristian Valdebenito padre. “El Conejo”, como era conocido, fue asesinado el 6 de marzo del 2020 por el disparo de una bomba lacrimógena que impactó en su cabeza, la cual fue percutada por Carabineros. Ahora su hijo, en compañía de unos amigos pintaban de nuevo la cara del Conejo en las paredes del lugar, junto con una consigna que clamaba por justicia, ya que aún no hay responsables del hecho. La institución se desentendió de la situación y se lavó la sangre de las manos.
Me quedo en la esquina de Alameda con Vicuña Mackenna atento a todo lo que veo. Ahí es cuando encuentro a mi objetivo: Gino Rojas, más conocido como “El Tío Fruna”, quien en noviembre del 2019 saltó a la fama por una fotografía publicada por la Agencia Reuters.
– ¿Me permite unas palabritas?
– Sí, ningún problema –responde amablemente- “¿Para qué es está entrevista?”,
– Es para el periódico La Calle, le dije.
Ahí, entre los gritos hacia carabineros y el sonido típico y característico de la percusión del cacerolazo, comenzamos a conversar.
Rojas, vive en San Miguel y recibe una pensión inferior a los 120 mil pesos. Se define como un luchador solitario: ”Toda la vida he participado en actividades, no tanto de partidos ni ninguna cosa, pero toda la vida, desde el año 73, asumí el rol de denunciar las violaciones a los derechos de las personas”.
“Yo actuaba en las protestas durante el Estallido Social en el centro de Santiago. Cuando se fueron apagando las protestas ahí, llegué a Plaza Dignidad de terno y corbata”.
Cuenta que siempre abordaba la Primera Línea, pero sin entorpecer ni grabar, “yo mismo les decía: Oye! tápense la cara. Porque era cierto que ellos me podían tomar por cualquier cosa, pero menos por una persona que buscaba perjudicarles”, aclara.
Si bien se ha transformado en un personaje típico del lugar, asegura que para él asistir a Plaza Dignidad ya no es una opción. “No deberíamos estar aquí, porque no debería ser nuestro interés justificar el trabajo cobarde de los días viernes a 5 mil efectivos de carabineros, con una tremenda maquinaria pesada para atacar a 40 o 50 manifestantes”.
Por otro lado, el jubilado de 72 años, manifiesta que su compromiso es con las personas: “Tengo que venir, pero solamente a ver la represión, vengo como defensor de Derechos Humanos, no vengo contra el gobierno de Boric”.
…al presidente Boric no se le deja hacer nada. Pero esto es lo que yo le digo a la gente: Por último tenemos un mal gobierno, pero que es afín a nosotros. ¿O acaso queremos un gobierno de ultraderecha?”.
Rojas hace una comparación con el movimiento social que ocurría en tiempos de la Unidad Popular y establece que se ve lo mismo que en el gobierno de Salvador Allende: “la represión es igual, no ha cambiado en nada. Los pacos iban y te golpeaban igual. ¡A los manifestantes del presidente! –exclama con cierta exaltación-. “Se mantiene la misma tónica, siempre igual”, sentencia.
“Si tú me preguntas ahora si hemos cambiado algo, yo te digo que lo hemos perdido todo”, asegura que eso lo tiene con el corazón herido. “Porque aquí se ha visto un pasteleo, personas que siempre vienen por intereses, con la intención de joder al resto”. Agrega con tono severo.
Ya no queda luz de día, así que el verde y rojo de las patrullas se hace notar en contraste con la oscuridad. El guanaco, carro lanza agua de carabineros hace lo mismo. De pronto comienza el movimiento de manifestantes y efectivos policiales.
“Hay que bajar”, dijo una persona en bicicleta que tocó el hombro de Gino al pasar. En ese momento de la noche la represión empezaba a operar. De modo que los manifestantes marchaban alameda abajo, era lo que tocaba. De todas formas, nos quedamos en el lugar un momento más. No podíamos cortar la conversación de golpe, pero Rojas se mostraba deseoso de caminar con el resto de la gente.
“Aquí ha muerto mucha gente”, dice con lamento. Recordamos en conjunto algunos casos: Mauricio Fredes, de 33 años quien falleció en diciembre del 2019 al huir del actuar policial, cayó a un hoyo con tendido eléctrico, donde finalmente falleció.
“También las muertes de estas niñitas”. ¿Francisca Sandoval? –le pregunto-.”No, o sea ella fue el último caso, pero me refería a esta niñita (Isidora Bravo) que un criminal se tiró contra el tránsito, la atropelló y la mató”, por allá -señalando la esquina del Parque Forestal con puente Pio Nono-.“Y también el día 10 de octubre, en el cerro Huelén, la abogada de derechos humanos, Denis Cortés. Se han visto cosas terribles, agresiones cobardes, todo muy grave”, dijo con tono tajante.
¿Y usted, ha sufrido violencia?, pregunté.
¿Agresión aquí?, sí bastante, me dijo. “Acá en Plaza Dignidad 3 veces me han detenido. La primera vez fue una invitación muy amable -con tono irónico-, me pusieron un carro para mi solito, con una custodia de pacos para llevarme a la 19 comisaría. Porque ellos no entendían que yo tenía libre circulación, fue en plena pandemia”.
“Y ataques frontales, así directamente a mí, que me hayan apuntado y dicho a él, nunca. Pero por la espalda todos estos -señalando con sus manos-. Una vez me empujaron a una zanja de un metro y medio, haciendo como que el weón no se fijó”.
“Otra vez, el 22 de julio y que el caso lo está llevando el abogado: Venían los pacos corriendo y como que no se fijaron, me botaron y me sacaron la cresta. ¡No -de manera categórica-, si he sido agredido!”.
Por otro lado, él se identifica como alguien de izquierda y no un detractor del gobierno: “No ha actuado bien, pero también hay que pensar que al gobierno no se le deja hacer nada, al presidente Boric no se le deja hacer nada. Pero esto es lo que yo le digo a la gente: Por último tenemos un mal gobierno, pero que es afín a nosotros. ¿O acaso queremos un gobierno de ultraderecha?”.
Él también espera que el presidente haga las cosas como corresponde, pero reflexiona que “lamentablemente él está siguiendo las órdenes que le dejó Piñera, la infraestructura total de los pacos, el ejército de pacos lo dejó Piñera”, sentencia.
Respecto al escenario político, dice que no lo percibe con buenos ojos, pues ve como el parlamento se volvió a empoderar y “en 4 paredes ellos hacen lo que quieren y te dejan a ti al margen de todo”. Además reconoce que la nueva constitución no era algo prioritario para él, como sí lo son necesidades básicas como la salud, la educación y la previsión social.
De un momento a otro, nos interrumpió el estruendoso sonido de un montón de balizas que sonaron al unísono. Como presagio de que en las calles comenzaba la efervescencia política, se encendieron las alarmas policiales. Para ese punto, manifestantes y efectivos de carabineros se movían en muchas direcciones.
En ese instante, Rojas empujado por las circunstancias y a modo de síntesis, volvió a retomar un punto central en la conversación: “Te digo, para mí no es opción estar en Plaza Dignidad, pero debo estar atento a lo que pasa en las calles, para tratar dentro de lo que yo puedo, evitar la represión contra la gente”.
El deber lo llamaba a la acción, así que le pedí su contacto y nos despedimos. Equipado con su máscara antigases y celular en mano partió fugaz a reintegrarse con el resto de la gente que bajó por la alameda. Yo me quedé en mi lugar viendo como él se desplazaba entre la carrocería policial hasta que lo perdí de vista, pensando que con sus 72 años sigue firme a sus convicciones, resistiendo a pesar de la adversidad y por sobre todo, mantiene viva la llama de octubre.
Edición: Ignacio Paz Palma.